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Qué hacer ante la deserción escolar

España es líder de la Unión Europea en fracaso escolar, con una tasa del 21,9% de jóvenes entre 18 y 24 años que han abandonado prematuramente el sistema educativo habiendo completado como mucho el primer ciclo de secundaria. Este porcentaje duplica la media comunitaria (11,1%) y está todavía muy lejos del objetivo de reducir el abandono escolar al 15% en 2020, según un informe publicado en marzo de 2015 por Eurostat. Y es que, aunque se ha reducido la tasa de abandono prematuro del 30,3% que registraba en 2006 al 23,6% en 2013 y al 21,9% en 2014, las cifras de deserción siguen siendo muy elevadas.

Pero… ¿Por qué un estudiante decide abandonar sus estudios (deserción escolar)? ¿Qué hay detrás de su decisión? ¿Qué es lo que lo hace renunciar? La deserción escolar no es una decisión individual, está condicionada por factores no solo personales sino también contextuales. Se ha constatado que las principales razones por las que los estudiantes han dejado de estudiar son:

Aburrimiento y características propias de los chicos/as: el atractivo de los videojuegos y dispositivos tecnológicos es muy superior a los conocimientos que ofrecen los libros de texto. Además, un elevado porcentaje de casos de fracaso escolar se debe a dificultades como la dislexia, el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o problemas de visión o audición. Es fundamental detectar estas causas a tiempo para que el alumno no empiece a descolgarse del ritmo de sus compañeros. Todavía escuchamos ante estas problemáticas expresiones como “eres un vago” o “no vales para estudiar”.

Problemas económicos: la falta de dinero para continuar los estudios medios y superiores hace que los alumnos abandonen antes de tiempo su etapa formativa o no puedan desarrollar al máximo sus potencialidades.

Reconocimiento familiar: si en las familias no se reconoce el valor de la educación, difícilmente el escolar podrá apreciarlo y por tanto podrá producirse un abandono temprano con mayor probabilidad respecto a las familias donde se valora y se le da la importancia que le corresponde.

Autoestima y la autoconfianza: quienes tienen buen rendimiento académico, presentan una opinión positiva de sí mismos y de su capacidad como estudiantes. Por el contrario, el alumno que fracasa construye un esquema negativo de sus capacidades y posibilidades escolares. Las actitudes y creencias que tienen los estudiantes acerca de sí mismos en la escuela, son determinantes y poderosas para su éxito escolar.

La falta de orientación: los profesores y orientadores casi siempre tienen más estudiantes de lo que pueden atender apropiadamente y muchos padres están muy ocupados en sus trabajos por lo que dar continuidad a los estudios de los chicos puede convertirse en una tarea difícil y un auténtico dilema. La formación continua de profesores, la realización de especializaciones en pedagogía, ayudarían a mejorar este aspecto.

Estrés: la asistencia a las clases, hacer los deberes y participar en actividades extracurriculares son demasiadas exigencias. Muchos chicos y chicas tienen problemas para mantener el ritmo riguroso de los estudios.

Acoso escolar: en los casos de acoso o bullying es muy importante la detección temprana por parte de padres y profesores y la adopción de las medidas adecuadas.

Apatía y falta de motivación: muchas veces los chicos carecen de inspiración y motivación. La “cultura del esfuerzo” está poco considerada en nuestra sociedad, tanto los amigos como el entorno social en el que se mueva el estudiante pueden influir en que abandone los estudios antes de tiempo. Además, últimamente con la crisis y las altas tasas de desempleo, muchos estudiantes no ven útil un título universitario para encontrar trabajo, sino que prefieren directamente insertarse en el mundo laboral y empezar a ganar dinero

Entorno de aprendizaje: la relación con el profesorado o la falta de recursos y apoyo en los centros pueden ser también algunas de las razones que motiven el abandono escolar de los estudiantes. No se terminan de adaptar al ambiente escolar.

Fallos en el sistema educativo: en ocasiones, el sistema educativo no ayuda precisamente a muchos alumnos a tener un mejor rendimiento en sus notas. Reducir los altos índices de fracaso escolar en España ha sido siempre un objetivo de los sucesivos gobiernos, que han ido aprobando hasta el día de hoy distintas leyes de reforma del sistema educativo.

La mayoría de estudiantes están perdiendo el interés por sus estudios y solo se conforman con lo poco que ganan en sus primeros trabajos.

Además, con el actual sistema de evaluación se están preparando a los alumnos para que aprueben exámenes pero no se están preparando para la vida, que es lo realmente importante. Aprender no es aprobar exámenes. El mejor alumno no puede ser “el mejor repetidor de lo que dice el profesor”. A través de los programas de formación para educadores de ISEP invitamos nuestros alumnos a tener un pensamiento crítico y analítico sobre las políticas educativas actuales y a aportar su grano de arena para modificar el sistema educativo desde las aulas y no los despachos.

Oscar González, profesor de educación primaria y autor del libro “365 propuestas para educar”, plantea algunas estrategias para reducir el fracaso escolar. Conocer lo que otros profesionales aportan es necesario para iniciar el cambio tanto personal como profesional:

1. Una evaluación continua de verdad e integral, que contemple no solo los resultados de una prueba o examen y que se aplique al contexto real del aprendizaje. Esto se puede lograr evaluando mediante pruebas de diversa tipología: autoevaluación, evaluación por parte de los propios compañeros, etc. De esta manera el alumno es en todo momento “constructor” de su propio aprendizaje y la función del profesor no es evaluar y poner una nota sino empoderar al alumno y servir de guía en este proceso. Ya existe algún centro trabajando en esta línea en nuestro país con un método educativo importado de Harvard.

2. De nada sirve todo el conocimiento que podamos adquirir si luego somos “analfabetos emocionales” incapaces de mostrar nuestros sentimientos a los demás, de ponernos en el lugar del otro, etc. Vivimos en una sociedad excesivamente competitiva y es precisamente por este motivo que necesitamos educar a nuestros hijos y alumnos para que crezcan emocionalmente sanos. Educarles en que compites pero no contra los demás sino contra ti mismo: el reto no es ser el mejor sino ser mejor que ayer. Eduquemos en las fortalezas: que aprendan a tolerar la frustración, a saber esperar, a saber ganar y a encajar las derrotas y contratiempos de la vida. Esa es la esencia de la educación. Si educamos para que sean los mejores estaremos perpetuando la sociedad que tenemos hoy, donde todo vale con tal de ser el primero, donde el fin justifica siempre los medios.

3. Deberes sí pero con matices. No se trata de eliminarlos al 100%; lo ideal sería iniciarlos en la escuela y destinar un tiempo para poder terminarlos allí. En el caso de que esto no ocurra el niño no debería invertir más de media hora para hacerlos (en primaria). Es necesario que exista una coordinación entre el profesorado para que no se produzca una acumulación de tareas que impide al niño disponer de tiempo para jugar, realizar tareas extraescolares, etc.

La Maestría en Pedagogía Terapéutica te permitirá diseñar estrategias de intervención para que los alumnos que presentan dificultades del aprendizaje, problemas de conducta o falta de motivación den lo mejor de sí mismos.

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