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Prevenir y manejar el suicidio

Actualmente y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 800.000 personas se suicidan cada año, siendo una de las principales causas de muerte en todo el mundo.

Detectar y evitar el suicidio: Señales de alerta y claves

Aunque en la mayoría de casos, hay un fuerte componente de impulsividad a la hora de suicidarse, a menudo éstos suelen mostrar ciertos síntomas y comportamientos antes de un intento de suicidio que nos deben alertar. Entre ellos se pueden encontrar factores tales como:

  • Verbalización directa de la posibilidad de suicidarse.
  • Pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba.
  • Aislamiento y disminución de la comunicación con sus amigos y familiares.
  • Comportamientos autodestructivos como las autolesiones o el consumo excesivo de alcohol u otras drogas.
  • Sensación de ambivalencia entre el deseo de vivir y el de morir.
  • Presencia de sentimientos de soledad y de vacío

Detección y evaluación del riesgo suicida

Cuando alguien manifiesta la idea de suicidarse, es clave realizar una evaluación que permita conocer si existe un riesgo inmediato de quitarse la vida. Para ello, es necesario crear un clima de escucha y confianza para que la persona pueda expresarse. La escucha ante el suicida debe hacerse de forma activa, tratando de comprender los motivos de sus sentimientos y emociones para ayudarle a estructurar su situación.

En este punto, es importante no juzgar a la persona por lo que nos está contando y tratar de hablar sobre el carácter transitorio de las emociones, es decir, hacerle entender que los deseos de suicidarse son temporales.

Entrevista clínica, primer paso para valorar la conducta suicida

Para realizar una evaluación completa de la conducta suicida, se debe, por un lado, realizar una entrevista clínica en la que evalúen los siguientes ítems:

  • Información sobre situaciones específicas que la persona con tendencias suicidas haya determinado como conflictivas o preocupantes.
  • Existencia de trastornos psiquiátricos o psicológicos previos. Especialmente aquellos vinculados a trastornos del estado de ánimo, trastornos de la personalidad o abuso del alcohol.
  • Número de intentos suicidas previos, severidad e intencionalidad de cada uno de ellos y si se requirió hospitalización o no.
  • Ideación suicida, para ver la construcción cognitiva que el paciente ha realizado entorno al acto de suicidio (cómo ha pensado suicidarse, cuando ha pensado hacerlo, dónde ha pensado llevarlo a cabo, cual es la finalidad del suicidio…).
  • Sentimientos de desesperanza o de culpabilidad.
  • Apoyo social real y percibido que tiene la persona.

Cuestionarios de evaluación, para detectar el riesgo suicida

Mientras que por otro lado, se debe recurrir a los siguientes cuestionarios de evaluación, los cuales ayudarán a estimar el riesgo suicida:

  • The Montgomery-Asberg Depression Rating Scale (MADRS): estratifica la gravedad de los episodios depresivos en adultos.
  • Escala de Desesperanza de Beck: mide el grado de desesperanza presente y futuro como factor clave en el comportamiento suicida.
  • Escala de Intención Suicida (SIS): permite cuantificar y evaluar la intencionalidad suicida o el grado de seriedad e intensidad con el que se piensa o se está pensando el suicidio.
  • Cuestionario de creencias actitudinales sobre el comportamiento suicida (CCCS-18): valora el factor de la legitimación del suicidio, el suicidio en enfermos terminales, la dimensión moral del suicidio y el propio suicidio.
  • Escala de Riesgo Suicida: permite discriminar entre individuos normales y pacientes psiquiátricos con ideación autolítica.
  • SAD person scale: evalúa variables consideradas como factores de riesgo del suicidio tales como sexo, edad, presencia de depresión, intentos previos, abuso del alcohol, trastornos cognitivos, bajo soporte social, plan organizado de suicidio, presencia de pareja o enfermedades somáticas.

En paralelo, también se debe tratar de involucrar a familiares y amigos con el fin de no dejar nunca sola a esa persona y, por ende, que no se quite la vida.

Además, en caso que la persona presente una alta intensidad en su idea suicida, se debe intentar que, o bien acuda por su propio pie al hospital de referencia, o bien llame a urgencias para que puedan trasladarlo al hospital.

Si la persona muestra una negativa a ser llevada al hospital, se debería hacer una derivación forzosa para que los profesionales evalúen la gravedad y establezcan un plan de emergencia.

Actuación ante la posibilidad de suicidio

Una vez realizada la evaluación, es el momento de empezar a intervenir y para ello, se deben definir los valores que se trabajaran con el objetivo de tolerar el malestar de aquello que no se puede cambiar. Para ello, se definirá un plan de activación conductual que permita al paciente:

  • Entrenar sus habilidades sociales y de afrontamiento para aprender a manejar mejor los conflictos.
  • Buscar alternativas de actuación para las conductas autodestructivas que sean menos nocivas.
  • Enseñar a pedir ayuda de una forma efectiva antes de hacerse daño.
  • Estimular las conductas reflexivas en detrimento de las impulsivas.

A partir de aquí, y junto a la intervención de un médico y de un psiquiatra, se trabajará para que la persona deje de tener intenciones suicidas ya que, con ello, lo único que busca es evitar aspectos aversivos y/o desagradables de su vida, y consecuentemente, acabar con su propio sufrimiento.

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