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Manejar el Dolor Real que Causan las Enfermedades Psicosomáticas

Todos en algún momento tenemos síntomas psicosomáticos que no constituyen una enfermedad. Tener que dar una conferencia frente a un gran número de personas, puede generar que los latidos del corazón se aceleren, por ejemplo. Pero, para mucha gente, dicha sintomatología, que no es una enfermedad, puede suponer un problema. En una de cada tres personas esto puede ser tan extremo que se acabe convirtiendo en un problema médico grave, reporta la Dra. Suzanne O’Sullivan, experta en “enfermedades  psicosomáticas” en el Royal London Hospital, Reino Unido.

Hay quien desarrolla una enfermedad porque no consigue superar un trauma, y lo entierra. Como no lo acepta, el sentimiento negativo se transforma a través de la somatización. Pero no es el único motivo. También se relaciona con cómo la mente reacciona al cuerpo. Si tengo un dolor la mano y decido no preocuparme, tal vez se me pase, pero si decido preocuparme constantemente por ello puede convertirse en un dolor más obvio, en una debilidad. En muchas personas, la enfermedad psicosomática es un grito de ayuda. Para otros, una manera disfuncional de lidiar con lo que su cuerpo hace.

Realmente estas personas están enfermas. Mucho más que la mayoría de quienes padecen una enfermedad física. Sin embargo, la enfermedad psicosomática se ha encontrado entre la medicina, la psiquiatría y la psicología, así que nadie se ha hecho completamente responsable del asunto. Además, existe también un estigma entre los médicos, como en el conjunto de la sociedad, ya que si nos encontramos frente a dos personas ciegas, una por un accidente de tráfico y otra por ceguera psicosomática, tendemos a considerar que quien tiene más urgencia es la persona que ha sufrido el accidente.

Muchos de los pacientes que se diagnostican de enfermedades psicosomáticas acaban sintiéndose insultados e incomprendidos ante el diagnóstico. La primera reacción que tiene suele ser: “Crees que lo estoy haciendo a propósito” o “Piensas que me lo invento”.

O’Sullivan señala que cada vez que lloramos, reímos o nos enfurecemos, o cuando nos sentimos tan tristes que apenas podemos levantarnos de la cama, o cuando sentimos náuseas después de enterarnos de que un amigo sufrió intoxicación alimentaria, estamos experimentando fenómenos psicosomáticos. De hecho, hasta un 30% de quienes visitan a su médico de familia en el Reino Unido (y el 50% de las mujeres que van al ginecólogo) muestran síntomas que no pueden explicarse con una causa física, lo cual sugiere que podrían tener un origen psicosomático.

Cualquier persona, hasta cierto punto, puede tener una enfermedad imaginaria (sin bases físicas que la sustenten), la clave está en saber reconocerla. Si despiertas y tienes palpitaciones y/o mareos, puedes intentar leer tu cuerpo y ver si algo te está perturbando, lo cual, hace más manejable la sintomatología. Y el hecho de que la ceguera, fatiga, convulsiones o parálisis sean de origen psicológico, no las hacen menos debilitantes ni menos reales que otras enfermedades.

Una de las mayores preocupaciones de O’Sullivan es la tasa de diagnósticos erróneos, que suceden cuando los médicos pasan por alto el origen psicológico de estas enfermedades, prescribiéndoles medicamentos o incluso cirugías. Hay pocos datos sobre cómo tratar las enfermedades psicosomáticas, pero O’Sullivan suele referir sus pacientes a los psiquiatras para aplicar fármacos antidepresivos o a terapeutas cognitivo conductuales, que tal vez puedan desenmascarar el dolor o el trauma que provocó la enfermedad. Se ha comprobado que la terapia cognitiva puede ser de gran ayuda para evaluar y cambiar las ideas distorsionadas que tienen los pacientes sobre las enfermedades.

En este sentido, para empezar a tratar las enfermedades psicosomáticas es importante que el paciente tome conciencia de cuál es su problema en el hogar, trabajo, etc.,  o qué situación lo pone en situación de estrés. Si bien es cierto que los fármacos pueden ayudar, las técnicas de relajación suelen ser eficaces en el manejo de la ansiedad y la anticipación catastrófica.

Finalmente, hay que enseñarle al paciente a compartir los problemas con otros, anticipar y manejar el estrés y, sobre todo, a preservar su autoestima pese a dificultades que puedan presentarse en un momento determinado de su vida. Todas estas estrategias terapéuticas las adquirirás con el Máster en Psicoterapia Cognitivo Conductual de ISEP, un máster en psicólogos diseñado por psicólogos y con el reconocimiento de interés Técnico-Profesional por la Federación Iberoamericana de Agrupaciones y Colegios de Psicología (FIAP).

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